jueves, 31 de diciembre de 2009

Horacio Flaco, carpe diem


Quinto Horacio Flaco (en latín Quintus Horatius Flaccus) vivió 43 años, del 65 a.C al 8 a.C. Nació en Venusia, hoy Venusa, Apulia, Italia. Es considerado uno de los grandes poetas líricos y satíricos romanos, tal vez el mejor. Hijo de un liberto que trabajó como recaudador de impuestos, se crió en un ambiente campesino que reflejará en todas sus obras. Su padre lo envió a la escuela del famoso gramático Orbilis, en Roma, a estudiar letras, y de ahí viajó a Atenas, dónde estudió filosofía, retórica y a los autores clásicos griegos. Durante su estancia en Atenas estalló la guerra civil en Roma y fue reclutado por Marco Bruto para luchar contra Marco Antonio y Octavio, sucesores de Julio César. Como es sabido éstos derrotaron a Bruto y sus seguidores, y gracias a una aministía general, Horacio pudo regresar a Roma. No estaba hecho para la vida militar y se centró en su actividad literaria.

El 38 a.C. fue un año importante en su vida, ya que el célebre Virgilio descubrió sus poemas y le presentó a Mecenas (Cayus Cilnius Mecenas), quién sería su protector y propició que Horacio pudiera dedicarse enteramente a la tarea para la que había nacido: la poesía. Mecenas le regaló una propiedad en las colinas Sabina y allí se retiró Horacio a escribir, y en agradecimiento le dedicó varias composiciones.

Horacio vivió atormentado por la idea de la muerte. En su obra se ve reflejada esa idea de la inevitabilidad de la muerte y ese afán por disfrutar el presente (suya es la célebre expresión Carpe diem quan minimun credula postero, algo así como "aprovecha el presente y no confíes en el mañana incierto") y los pequeños placeres que nos proporciona la vida: la poesía, el amor, la amistad, el vino, las flores, los perfumes, la naturaleza en general. El extracto completo dice así:

dum loquimur, fugerit invida aetas: carpe diem, quam minimum credula postero,

“Mientras hablamos, huye el envidioso tiempo. Aprovecha el día, y no confíes lo más mínimo en el mañana"

La muerte llega seguro y como no sabemos cuándo, se debe disfrutar de la vida lo máximo posible, porque hoy puede ser nuestro último día. De ahí la angustia de Horacio por la llegada de la muerte porque ello supone la pérdida de los placeres y el fin de todo. Aparece continuamente este tema en su poesía seguramente por el miedo a ella, a la muerte, miedo a perderlo todo.

El vino era uno de sus mayores placeres, le gustaba reunirse con sus amigos en su quinta para celebrar simposios en los que a menudo presentaba en público alguna Oda, con el fin de que los invitados dieran su parecer: esos simposios iban moderadamente regados de buenos caldos, con el fin, supuesto, de hacer honor al dicho romano "In vino veritas" y así no recibir adulaciones innecesarias de sus amigos invitados. Tanto le deleitaba el vino a Horacio que compuso una magnífica Oda dedicada a un ánfora (Carminium III, 21) en la que alaba las maravillosas cualidades del vino, y otra a Baco, dios del vino y de los delirios orgiásticos, la cual empieza con estos apetitosos versos:

"¿Adónde Baco, me arrebatas, lleno de ti?
¿ A qué bosques, a qué cavernas
soy arrastrado por una mente nueva?
¿En qué antro seré oído
meditando introducir la gloria eterna
del egregio César en los astros y en la asamblea
de Júpiter

También vemos en su obra influencias estoicas que le lleva a afirmar que se debe aceptar con serenidad todo lo que nos depare el destino, sea bueno o malo: no hay que alegrarse en exceso cuando tengamos dicha, ni entristecerse demasiado si las cosas van mal. Debemos soportarlo todo según venga. Esta filosofía de Horacio seguramente se la inspiró su propia experiencia ya que unos años antes se vio despojado de todos sus bienes y tuvo que exiliarse.

La naturaleza era muy importante en su vida. Pasó su infancia en un ambiente campesino y en varias ocasiones abandonó su casa en la ciudad para desplazarse al campo y poder disfrutar de paseos entre árboles o simplemente sentarse a contemplar el discurrir de un río, acciones éstas que le inspiraban mucho para crear sus poemas.

Su obra se suele clasificar en Odas, Épodos, Sátiras y Epístolas.

  • Las ODAS son composiciones líricas consideradas la obra cumbre de la lírica latina. Horacio las denominó "Carminum". Él fue consciente de que era lo mejor de su obra, diciendo de ellas que durarían más que el bronce. Se trata de 4 libros con 104 Odas en total, cuya contenido gira en torno a varias temáticas: alabanza de Augusto, el amor, filosofía y moral, y elogio a la naturaleza. Imita en forma (la composición estrófica) y contenidos a los líricos griegos Alceo, Safo y Anacreonte, pero le infunde unos rasgos peculiares que lo distinguen de todos, e incluso les supera. También se inspira en Píndaro y Simónides.Es en las Odas dónde vemos su verdadero pensamiento y filosofía de la vida, resumidos en varias expresiones que han influido en innumerables autores posteriores y han perdurado hasta nuestros días convirtiéndose en tópicos literarios. A modo de ejemplo sirvan los siguientes.
    Con el Aura mediocritas, en el verso 5 de la Oda II 10, Horacio ensalza las virtudes de la moderación en la vida, ensalza una vida sencilla, digna, austera, pero sin renunciar a los placeres ocasionales para tener una vida cotidiana más llevadera, sólo así se llega a la felicidad. No se debe tener ni mucho ni poco, simplemente lo necesario. Carpe diem: en la Oda 11,8. El verso entero dice así: "Carpe diem quam mininum credula postero" La vida es corta, hay que aprovechar cada día que vivimos, no se puede confiar en el mañana porque quizás no lo haya. Es un canto al disfrute inmediato de los placeres que nos ofrece la vida, un exhorto a disfrutar del presente, del momento. Locus amoenus: se trata en la Oda IV, 7 y se refiere a la descripción idealizada de un paisaje idílico, un lugar placentero en el que el ambiente campestre es perfecto.
  • Los ÉPODOS son 17 poemas cortos, adaptaciones del estilo lírico griego creado por Arquiloco a los que Horacio denominó Yambos (Iambi). Son composiciones de temática crítica, destinados a lanzar improperios contra personas públicas o enemigos privados, o mujeres malas. Pero no todos son tan agresivos e hirientes, tenemos el claro ejemplo del quizás épodo más famoso: aquel que empieza con el célebre "Beatus ille", compuesto hacia el 37 a.C. que es un canto a la tranquilidad de la vida en el campo, una exaltación a la vida campestre frente a la de la ciudad, con una pormenorizada descripción ídilica de las actividades del campesino.
  • SÁTIRAS. Son 18 composiciones en las que Horacio se burla amablemente de avaros, usureros, envidiosos, adúlteros, cazadores de herencias, etc. Son irónicas y él mismo las llama "Sermones" (conversaciones). Aunque se inspiró en Lucilio, no llega a ser tan agresivo ni hiriente como él, y como en ocasiones satiriza sus propias debilidades, se gana la simpatía de lectores y aplaca el enfado de los satirizados.
  • EPÍSTOLAS. Se trata de 23 composiciones divididas en 2 libros que Horacio consideró como una prolongación del género de sus Sátiras por el predominio del buen humor, aunque es cierto que tienen forma de epístola, algo novedoso en el arte poético. En el primer libro predominan las cartas con una temática filosófica y moral. Horacio escribe a sus amigos exhortándoles a que lleven una vida filosófica de estudio, retiro y reposo: les aconseja qué tipo de vida deben llevar. En el segundo libro se ocupa de exponer su teoría literaria. Con la excusa de una carta a Cayo Calpurnio Pisón, noble patricio de la gens Calpurnia, y a sus hijos, relata con minuciosidad las reglas que deben regir para componer lírica: uniformidad formal para que todo forme parte de uno, evitar descripciones inoportunas y digresiones que no vengan al caso, etc,. En fin, constituye un tratado sobre estilo, métrica, elocución, género y finalidades de la poesía., y por ello más tarde, y hasta nuestros días, esta "Epístola ad Pisones", que es su título original, es conocida por "Ars Poetica". En fin, las epístolas son la cima vital de Horacio: en ellas deja su testamento poético.
No conocemos la causa de la muerte de Horacio, sólo que murió el 27 de noviembre del 8 a.C., ocho días después de que muriera su gran amigo y protector Mecenas, que al morir, le pidió al gran Augusto, el Emperador, que "se acordara de Horacio Flaco como de mi mismo", según nos cuenta Suetonio. El gran poeta fue sepultado junto a Mecenas en el Esquilino y el Emperador se encargó de que se recibiera unos funerales dignos de la gran persona que era.






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